
León.— Hay abrazos, sonrisas, incluso una bendición… Hasta que el árbitro Luis Enrique Santander da el silbatazo inicial. Es entonces cuando los lazos familiares pierden cierta solidez por el deseo de llegar a una final.
Separados por unos cuantos palcos en el vetusto estadio León, Jesús Martínez Patiño y su hijo muestran que tienen ese mismo ADN futbolero. Levantan las manos con cada llegada del club que cada uno preside: el padre, el Pachuca; el vástago, el León. Lanzan improperios con las equivocaciones y aplauden las buenas jugadas, sin importar que no terminen en gol.
En teoría, el hombre fuerte de la directiva blanquiazul debería ocupar un palco cerca de una esquina en el que suelen estar los integrantes de las cúpulas visitantes, pero él también es dueño aquí. Por eso, está en un mejor sitio, junto a Andrés Fassi, su hombre de confianza.
‘Sui géneris’ estampas que sólo ofrece una Liga en la que la multipropiedad todavía está permitida, pese a que es censurada por los estatutos de la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA). Espectáculo extra en un inmueble al que le falta mayor pasión y sobran bastantes butacas por ocupar.
El incremento en el precio de los boletos ha molestado a una afición para la que la confrontación con los Tuzos es una cuestión de orgullo. Debido a que ambas instituciones son propiedad de Grupo Pachuca, los hidalguenses son considerados los ‘hermanos mayores’. Esa condición hacía pronosticar un lleno, pero el hogar de La Fiera apenas registra tres cuartos de entrada.
Los boletos valen de 300 a 600 pesos, demasiado para un pueblo no habituado a altas cantidades y sí al buen futbol, ese que —desde su perspectiva— no practica bajo la dirección de Luis Fernando Tena.
Nadie se mete con el ‘Flaco’, quien deambula por esa pequeña zona técnica cercana a unas gradas que vibran muy poco.
A diferencia de Jesús Martínez Murguía, presidente de los Panzas Verdes, quien sufre el cotejo cual niño. No es para menos. Lo que explica su júbilo con el tanto marcado por Aldo Rocha, ese que dio la igualada a uno, después de la tempranera anotación de Hirving Lozano, muy festejada por Martínez Patiño.
Al igual que por ese grupo ubicado detrás de la portería norte, el que aprieta a los Tuzos en todo momento. Llegan al inmueble dos horas antes del comienzo. El objetivo es hacerle sentir a Diego Alonso y sus dirigidos que no son queridos en Guanajuato, más allá de la conexión familiar con los Esmeraldas.
“¡Tú no eres mi familia, mucho menos mi papá. Chup… al verdiblanco, te ganamos la final (del Clausura 2014)!”, cantan en todo momento a los hidalguenses: cuando llegan al estadio, salen a calentar y durante el juego.
“¡¿Cómo te va León, cómo te va? Desde este lado te saluda tu papá!”, responden unos 300 seguidores de los visitantes, quienes se dan el lujo de recordar: “Somos la cuna del futbol mexicano”.
Porque a los seguidores de los Tuzos les gusta presumir el parentesco con un equipo que, por ahora, tiene más títulos de Liga (siete) que los Tuzos (cinco). Números que no importan a los Martínez, quienes sufren con intensidad una serie a la que le falta pasión y le sobra morbo.
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