Un piloto todo terreno. No hay camino que le imponga un límite. A sus 41 años se perfila para uno de los mayores retos físicos que se puede encontrar en el automovilismo profesional. El francés Sébastien Loeb verá su debut en el Dakar 2016, este 2 de enero en una ruta que irá de Argentina a Bolivia.
The Red Bulletin comparte con los lectores de El Universal un adelanto exclusivo de su entrevista con el multicampeón mundialista de rally, «Ya conduje a ciegas» (http://bit.ly/1NKKrm0), la cual será publicada en la edición de enero desde la pluma de Werner Jessner.
-¿Realmente vemos sólo con los ojos? ¿Se pueden entrenar los sentidos de tal manera?
“Sí, se puede”, dice la leyenda que ostenta en vitrinas nueve títulos de la WRC, un podio conseguido en las 24 Horas de Le Mans, victorias en el Mundial de Turismos, increíbles tiempos en las pruebas de conducción de la Fórmula 1 y el récord en el circuito de la carrera de montaña Pikes Peak Hill Climb, en la que incluso batió el mejor tiempo que se podía hacer, en teoría, calculado por computadora.
Cuanto más difícil sea la tarea, más preciso es Loeb. La penúltima curva de la Pikes Peak, en 2013, en la que consiguió el récord del circuito, fue uno de esos “momentos Loeb”. Después de 19.5 de los 20 kilómetros, llega la penúltima de las 156 curvas, una curva triple hacia la derecha… “a 150 kilómetros por hora y sin guardarriel. Un lugar en el que no desearías cometer ningún error”.
«Los estímulos acústicos perfeccionan lo que ves o crees ver»
Ningún otro encontró el punto de giro ciego a 4,300 m sobre el nivel del mar. La gran mayoría de los pilotos estaban felices de haber sobrevivido y, de alguna manera, pasaron temblando por ese pasaje. Séb giró con la rueda delantera pisando la línea blanca que delimitaba la pista –con total y absoluta perfección.
¿Qué ves cuando piensas en esa curva? “Dos ondulaciones que la hacen aún más difícil”.
¿La ves en 3D? “No tengo idea si en verdad las veo. Cuando estoy en la carrera puedo recuperar información que guardo durante el recorrido de reconocimiento o en los entrenamientos”.
¿Teóricamente podrías conducir a ciegas? “Ya lo hice”. ¿Perdón? “En una etapa nocturna del Rally de Gales, las luces de mi auto no funcionaban bien. Un faro iluminaba hacia el cielo y el otro, hacia un costado. Llovía y había niebla. Así que tuve que apagar las luces y continué la prueba especial en la oscuridad hasta el final”. ¿Absolutamente a ciegas? “Es preferible no tener luz a tener una luz mala. La luz de la luna dejaba ver grosso modo los contornos, el resto del camino lo tenía en mi cabeza”. ¿En el auto también ves con los oídos? “Los estímulos acústicos perfeccionan lo que ves o crees ver. La imagen se hace más nítida. Los esquiadores no sólo ven una capa de hielo, también la oyen”. ¿Y cuando estás solo en el auto, la voz de quién escuchas? “No lo sé exactamente.
La de mi compañero seguro que no. Probablemente sea mi propia voz”.
“Es preferible no tener luz a tener una mala luz”
Séb Loeb fue gimnasta, la mejor escuela de todas para conocer tu cuerpo, según dice. Para Loeb el cuerpo funciona como un segundo par de ojos, ya que siempre sabe la posición en la que se encuentra –y con una altísima precisión. Esta habilidad lo ayudó en las pruebas de Fórmula 1. Allí, sin ninguna preparación, se acercó hasta 1.8 segundos del mejor tiempo de los recién llegados. “Sobre un coche de Fórmula 1 todo sucede mucho más rápido que en cualquier otro lugar. Si normalmente frenas en 110 metros, sobre un F1 frenas en 70 y vas a una velocidad más alta. Aquí lo que sientes con el cuerpo es compatible con lo que ves con tus ojos”. Está convencido de que cuando la interacción entre el ojo y el cuerpo funciona de manera más precisa, obtienes más placer y más seguridad en la vida cotidiana.
“Algunas cosas se aprenden con mucha facilidad cuando eres niño y te beneficias de ellas toda la vida”.
En el caso concreto de Loeb, además, hay que agregarle un par de ojos prodigiosos. ¿Suerte? ¿Herencia? Este hijo de una profesora de matemáticas y de un instructor de gimnasia no tenía que comer zanahorias para mejorar su agudeza visual, nos dice. Algunos a los 41 años usan lentes.
Loeb, por el contrario, no ha perdido nada de su visión; la cual incluso tendría cualificada para hacer la formación de piloto.
“En las pruebas donde estás de pie delante de una pared, en la cual se encienden brevemente luces por arriba, por abajo, a la izquierda, a la derecha y tienes que tocarlas lo más rápido posible, soy increíblemente malo”.
Increíblemente malo, seguramente, según sus propios estándares. Y justamente esta capacidad de tener todo en la cabeza al mismo tiempo es lo que necesita para su actual desafío. En el Rally Dakar, tiene que ver a lechos de ríos, el otro escanea el suelo de rocas y otros obstáculos que, a 160 km/h, podrían dañar al auto o un neumático y le pondrían rápidamente fin a la carrera; a su carrera.
“Es realmente agotador. Tienes que procesar demasiados estímulos al mismo tiempo. Si afuera hace 40 grados, en el auto hace 60. Tu cerebro funciona permanentemente en dos canales paralelos. Y si cometes un error, se puede terminar todo en un instante. Tan rápido no se puede ver cuando se usan solamente los ojos”.
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