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Soraya, la reina con vida espinosa | Universo Deportivo

    Foto Archivo
    Jiménez fue la primera mujer que le dio oro a México; tras su victoria afrontó varios problemas

    El 18 de septiembre del año 2000 se escribió una nueva página en la historia del olimpismo nacional. Su protagonista; una menuda atleta de apenas 1.54 metros de estatura y 23 años de edad: Soraya Jiménez.

    Con pocos reflectores sobre su desempeño, al ser la halterofilia femenil una disciplina debutante en la justa veraniega, la oriunda de Naucalpan, Estado de México se robó los titulares al conseguir la primer medalla de oro olímpica para una mujer mexicana. Jiménez se impuso en la categoría de los 58 kilogramos y con ello se convirtió en una inspiración para que otras deportistas practicaran una disciplina hasta ese entonces considerada exclusiva para los hombres.

    En cuanto se concretó su triunfo Soraya (5/08/1977—28/03/2013) se fundió en un abrazo con su entrenador búlgaro Georgi Koev. Era el día más feliz de su trayectoria, aunque a partir de entonces su vida no fue el cuento de hadas que muchos se imaginaban.

    La deportista recibió el Premio Nacional del Deporte tras su participación en Sidney y un estímulo de 1.7 millones del Estado de México, con el que compró un departamento en la colonia Condesa.

    Dos años después tuvo que enfrentar acusaciones por dopaje. La Federación Internacional de Levantamiento de Pesas la acusó de arrojar positivo por bupropion, estimulante que a futuro desaparecería de la lista de sustancias prohibidas, por lo que la suspendió del deporte por seis meses.

    Su presea olímpica no la protegió de un vendaval de enfermedades. Casi una década después del histórico triunfo, las dolencias comenzaron a pesar más que los 225 kilos que levantó en Sidney 2000 para ganar el primer lugar.

    La halterista cayó en estado de coma a consecuencia de la influenza A H1N1, que la mantuvo al filo de la muerte durante dos semanas.

    La mayor pérdida a causa de sus enfermedades fue precisamente la de su pulmón derecho. Soraya, cuenta su familia, vivía el 80 por ciento del tiempo con algún tipo de dolencia física.

    Ella tocó muchas puertas después de ganar su medalla. Todos le decían que sí, pero al final pocos la ayudaban. Creo que una deportista como ella merecía más respeto”, contaba su hermano José Luis.

    Jiménez intentó mantenerse cerca de la especialidad de sus amores. Daba clases de halterofilia en

    la UEM (Universidad del Estado de México) y después se convirtió en comentarista especializada de una televisora.

    Su deceso llegó de manera inesperada, aunque ya antes había superado cuatro infartos. Su familia la encontró sin vida en su departamento tras no poder comunicarse con ella. Tenía 35 años.

    No puedo dormir, no puedo dormir”, escribió Jiménez en su red social la medallista la noche previa a su muerte.

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