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Un rayo le tatuó el alma y la vida | Universo Deportivo

    Foto Imago7
    El romperredes ecuatoriano actuó 14 años con el Necaxa, de sus 21 como jugador activo

    “Mi vida es Necaxa. Catorce de los 21 años que jugué fue de Rayo. Estoy feliz porque ha vuelto a Primera División, y lo hace de forma seria. Ha hecho buenas contrataciones y espero que le alcance para mantenerse en la máxima categoría”.

    La voz de Alex Darío Aguinaga suena entusiasta y no es para menos; el ecuatoriano ha sido el último ídolo del Necaxa, todo un clásico que fue rebajado hasta la desaparición, al destierro y ahora en su vuelta espera brillar como en aquellos años 30, y también 90.

    —¿Es verdad que le dijiste no al Milan, por el Necaxa?

    —Vinieron a verme en el 89. Gente de América (Panchito Hernández) y de Necaxa (Jorge Vargas)… Jugaba en el Deportivo Quito contra el Nacional de Medellín en Copa Libertadores. Al otro día querían que me fuera con ellos, pero tenía contrato vigente. Regresaron en febrero para firmar y me fui hasta septiembre, en ese lapso la gente de Milan vino a hablar conmigo, pero ya le había dado mi palabra.

    —¿No dudaste?

    —La verdad es que sí, la palabra hay que mantenerla, así me educaron mis padres y es lo que les heredo a mis hijos. Respetar su palabra.

    —¿Necaxa era el patio trasero del América?

    —Lo que no iba al América llegaba a Necaxa, eso sí. Muchos llegaban desanimados, muchos pensaban que el Necaxa era un basurero. Otros veíamos una oportunidad de levantar este equipo que había perdido su afición.

    —Cuál fue el punto para que el equipo explotara?

    —Vinieron grandes técnicos como Roberto Saporiti, Eduardo Luján Manera, que establecieron las bases, no ganaron nada, pero labraron la tierra para que se pudiera cosechar. En el 94-95 llega (Manolo) Lapuente que fue importantísimo, por cómo conducía al conjunto, junto al presidente Enrique Borja. Se formó un gran equipo con Beto Aspe, Ivo Basay, Ricardo Peláez, Ignacio Ambriz, Nicolás Navarro. Lapuente da un orden diferente. Fuimos el campeonísimo de esa época. Le ganamos una final a Cruz Azul, otra a Chivas, fuimos tercer lugar en el primer Mundial de clubes (2000), le ganamos el tercer lugar al Real Madrid. Éramos un equipo ganador.

    —Después del Mundial de Clubes, te buscó Real Madrid?

    —Fue parte del cierre de esa época. La gente del Madrid preguntó por mí, pero cuando supieron mi edad: 32 años, desistieron, dijeron que hubiera sido bueno, pero la edad ya era demasiada”.

    —¿Tu salida del Necaxa fue como la imaginaste?

    —No… Sentí ingratitud, bueno, eso es lo que uno piensa. Hubo mucho dolor, porque todo lo que entregué en su momento, de nada sirvió, ni las gracias me dieron, sólo un ahí nos vemos, éxito en lo que viene y ya. Tenía 35 años. Sentía que podía dar más. Raúl Arias (el técnico en ese entonces) me hacía jugar cinco o diez minutos, me pedía que me retirara, pero tenía un año más de contrato. Ni Justino Compeán ni Raúl fueron claros. Quería irme como necaxista, pero jugando. Gracias a Guillermo Álvarez y Enrique Meza pude jugar seis meses en Cruz Azul, luego me vine a Ecuador, con la Liga de Quito y gané otro título de Liga, además jugué una Libertadores más, una Copa Sudamericana. Creo que aún tenía algo que dar.

    —¿Cuál fue tu experiencia cuando regresaste como directivo?

    —Cuando llega Javier Pérez Teuffer (como presidente de Necaxa), trato de trabajar de forma limpia y honrada. Hugo (Sánchez) era el técnico pero no se quedó mucho tiempo. Llega José Luis Trejo y logramos el pase a la Libertadores, hasta que hubo una cierta situación con la directiva y mi situación fue insostenible.

    —¿La mudanza a Aguascalientes fue buena o mala idea?

    —Mala porque se estaba haciendo una historia en Cuautitlán (Izcalli), una localidad con un millón de habitantes, que era como nuestro barrio, peor buena también porque en Aguascalientes nos dieron todas las facilidades, hasta en la parte tributaria con los impuestos. Llegamos a una ciudad donde la gente nos recibió muy bien, con una infraestructura espectacular, con oficinas y canchas magníficas. Al inicio no parecía lo ideal, pero al final lo fue.

    —¿Necaxa ya se ganó a la afición de Aguascalientes?

    —Con el correr de los años la gente se ha ido metiendo, y se han olvidado de su anterior equipo que eran los Gallos de la Segunda División. Cuando llegamos la gente extrañaba a sus Gallos, pero ahora ya son sus Rayos… Es el equipo de la ciudad.

    —Sueñas con regresar a Necaxa?

    —Ya regresé, y era feliz director deportivo. Si Dios así lo quiere y si se tiene que dar, estaré, pero saben que cuentan conmigo.

    —¿Siempre Rayo?

    —Jugué 14 años ahí. No sé si alguien más haya estado tanto tiempo en un equipo. Debajo de mi ropa está el escudo… tatuado.

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